La boda de su mejor amiga

Cual profecía Maya, todo estaba escrito, todo pasó…

Ahí estaba yo en casa de mi suegra, tomado un café y comiendo una sincronizada, cuando Karla se dio cuenta que eran las siete y algo de la noche…

“Vámonos para llegar aunque sea al final de la misa”, me dijo.

Con toda la hueva que invadía mi ser, trajeado, encalcetinado y enzapatado nos dirigimos a la misa en la iglesia. Entramos corriendo y abriendo paso, pues según sus cálculos, la misa estaba por terminar.

El “padre rockstar” nos pedía echar “amens” al unísono y más fuerte cada vez que terminaba una frase. La banda religiosa se prendió, y yo, acostumbrado a los conciertos, eché un “yeahhhhhh¡¡¡”… Muy mal, la señorcita de enfrente me vio feo.

“Los declaro marido y mujer”, dijo el padre rockstar y pidió un aplauso, “la misa ha terminado”.

Ahí iba yo rumbo al salón quejándome de cuan típicas son las bodas en México, haciendo tiempo para no ser de los primeros en llegar al jolgorio. “Ya valió madres, habrá pe-pe-pe, grupo de cumbias, el baile de los tórtolos, víbora de la mar, aventamiento de ramo, aventamiento de liga…”, pensaba yo.

Hora de la cena. Crema de esa que nunca sabes de qué chingados es, pero que sirve para socializar con los de la mesa, al tratar de adivinar a qué sabe. Spaghetti y guisado.

Cuarenta minutos después, el bailongo de los festejados, y ahora sí, “abrieron pista”. Charanga tras charanga, guaracha tras guaracha, salsa tras salsa... los del grupo musical convocaron: “sólo mujeres en la pista”…

Lo vi venir, el ramo.

Pedí otro vodka (que sabía a pura agua mineral), mientras intentaba embriagarme el grupo coreaba “Uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho…raaaamooo”.

Intentaba ver a Karlita en la bola, pero una columna me tapaba la visión. Hueva pararme, mejor espero a que regrese y me cuente. La novia echó el ramo, una bulla, risas…

Mientras se dispersaban las féminas fiesteras ¿quién sale entre la multitud? Karla ¡con el ramo como premio! Joé.

Entonces el anonimato que uno intentaba en la fiesta valió madres. Se acercan personas a decirte “Felicidades”, “Que lindos” “Felicidades o pobre de ti” y cosas por el estilo. Re-joé. Lo más ñoño fue quien le dijo a Karla: “Te cayó bien bonito el ramo” y yo con mi cara de “No seas %6&$”!3·$=”…

Así pues, aunque intenté deshojar el ramo para acabar con el conjuro, sigue en la mesa de la sala y las burlas continúan por todos lados, principalmente de mi mamá.