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Lo primero que hice, bueno en realidad lo segundo después de de prender la luz, fue verificar las trampas, para mi sorpresa una había desaparecido…
“A chingá” exclamé pensativo, ya que mi memoria me falla mucho, en una de esas ni la había puesto ahí… Cauteloso y un tanto temeroso me asomé debajo de la estufa…
La trampa estaba ahí, sólo podía observar la mitad, pero estaba ahí. El ratón resulto ser todo un Schaerzennegger (o como quiera que se escriba “chuarcheneguer”) porque arrastró la trampa en la que quedó pegado…
Como sólo veía media trampa persistía la incertidumbre: ¿El ratón yacía pegado? ¿La había puesto ahí y se burlaba de mi a mis espaldas?
Cuando, ayudado de una escoba, saqué la trampa pude observar que no sólo había arrastrado el “pega ratas”, no sólo se había comido el pedazo de rosca, sino que hasta había defecado encima de la trampa… ¡Joé!
Muy a mi pesar, el ratón había ganado la batalla, más no la guerra…
Enojado por la burla acudí al cazador siberiano. “Peloy arrastró la trampa”, le recriminé. Él con su melodiosa voz dijo “No guey las trampas chicas no sirven, compra una grande, en esa sí vale madre”…
No me quedó más que revisar la táctica de guerra. Me dispuse a ver horas y horas de Tomy y Jerry, pero no encontré respuesta, incluso pensé en ver “El coyote y el correcaminos”, pero me dije a mi mismo: “es un roedor, no un ave”…
Han pasado más de cinco días, compré una trampa grande, estuve a punto de contratar a un negociador, pero el ratón ya no apareció, ningún indicio de su presencia en la cocina...
Mi sorpresa a inicio de semana, fue ver en CNN imágenes de la ofensiva militar de Israel en la Franja de Gaza… Sin duda el ratón está allá, sin duda él empezó todo, sin duda era un ratón palestino.
¡El ratón vive, la lucha sigue!